jueves, 16 de agosto de 2012

José Batlle y Ordóñez [1]



José Batlle y Ordóñez fue presidente  en dos oportunidades: en 1903 y en 1911. Hasta su muerte en 1929, fue una figura importantísima en la vida del país, hasta el punto de que los historiadores suelen denominar al período de la historia uruguaya que abarca las tres primeras décadas del siglo XX con el nombre de ÉPOCA BATLLISTA.
La organización de nuestro país (gran poder concentrado en la persona del presidente) y la situación económica internacional (buenos precios para los productos uruguayos) hacían posible la acción de un MOVIMIENTO REFORMISTA IMPULSADO DESDE EL GOBIERNO. Así, durante sus presidencias, y en particular, durante los dos primeros años de la segunda (1911-1913), Batlle impulsó un fuerte movimiento de reformas que modificó profundamente el panorama social del país. Esta tendencia reformista provocó en algunos casos simpatías y alabanzas, y en otros, un fuerte rechazo.

 

Su pensamiento


Batlle dejó completamente de lado las ideas de coparticipación. Se proponía cumplir sus planes de gobierno con sus hombres y su partido. Esto se explica por un lado por la rivalidad que de tanto tiempo atrás enfrentaba a blancos y colorados, y por otro lado a la convicción, que sería imposible cumplir con su programa de gobierno si no lo llevaban a la práctica hombres que compartieran sus mismas ideas políticas.

Sufragio universal: creía que era necesario que todos los ciudadanos del país pudieran votar.
Ideas religiosas: fue un anticlerical (opuesto a la Iglesia). Desarrolló una idea muy negativa de las religiones y en especial de la católica a la que criticó duramente desde las páginas de “El Día”. Fruto de este anticlericalismo fueron una serie de medidas adoptadas: eliminación de los crucifijos de los hospitales, supresión de la enseñaza religiosa de las escuelas públicas, la ley de divorcio, etc.
La educación: para que la democracia fuera una realidad, Batlle estimaba necesario que el ciudadano fuera instruido. Para ello era fundamental que se extendiera la educación a los más amplios sectores sociales. Sólo el hombre culto y conciente podía ser un buen ciudadano.
El Estado: el Estado debía lograr la igualdad entre los hombres, pues representa a toda la sociedad. Protegería al más débil y corregiría las injusticias provocadas por las diferencias económicas y educativas entre los hombres. Para ello debería intervenir en la vida económica y social del país. Este criterio establecía además que los servicios públicos no podían quedar en manos de las empresas privadas, ni en manos de las empresas extranjeras, que extraían la riqueza de la nación para enviarla al exterior.
Latifundio: había que fraccionar los latifundios y difundir la agricultura para lograr dar ocupación a los habitantes del campo. Batlle entendía que se debía buscar fomentar junto a la ganadería, la agricultura como nueva fuente de riqueza.

La política económica


La acción del Batllismo se manifestó como una ampliación de la actividad del Estado en lo económico. La NACIONALIZACIÓN de empresas extranjeras que encaró, se dirigía fundamentalmente a aquellas empresas cuyos dueños residían fuera del país. Como consecuencia de la forma en que se realizó la modernización del Uruguay a fines del siglo XIX y del papel decisivo que jugó en ella la inversión de capitales extranjeros –principalmente ingleses- a comienzos del siglo XX, la mayor parte de los servicios públicos, los transportes, el comercio y la vida financiera, estaban en manos de empresarios extranjeros.
Frente a esta situación, Batlle buscó algunas veces que el Estado adquiriera la empresa, pero, en la mayoría de los casos, intentó crear empresas estatales competitivas con las extranjeras. Este tipo de medidas respondía en parte a la escasez de los recursos del Estado, que no podía pensar en la compra de grandes empresas. En este sentido la creación más espectacular fue la del BANCO DE SEGUROS DEL ESTADO, en 1912, rompiendo el monopolio que tenían las empresas extrajeras.

Las ESTATIZACIONES, se dirigieron a limitar la acción del capital privado nacional. En ese momento se hallaba volcado fundamentalmente a la especulación financiera y bancaria, y en cierta medida a las industrias y servicios públicos. Algunas de las estatizaciones fueron en realidad formales, dadas las circunstancias en que se produjeron. En algunos casos, la actividad del Estado contribuyó a colmar vacíos dejados por el capital privado.
En una época en que se acostumbraba a ver al capital extranjero como un factor de progreso, el Batllismo hizo hincapié en la fuga de capitales que representaba para el país el envío al exterior de las ganancias de las empresas extranjeras, así como en la mediocre calidad de los servicios prestados por ellas. Al mismo tiempo comenzó a difundirse la idea de que el capital extranjero cuestionaba la soberanía nacional. Nacionalizaciones y estatizaciones pasaron a justificarse por una razón contundente: los organismos oficiales encargados de sustituir o complementar el capital privado o extranjero, mejoraron sensiblemente la calidad de los servicios y rebajaron su costo.

La legislación social

 

El amplio concepto de lo social que tenía Batlle explica, en parte, la amplitud y la diversidad de sus iniciativas en materia de legislación social y, aunque en su tiempo le valieron serios cuestionamientos, su aplicación marcó la sociedad uruguaya posterior. 

Batlle partía de la base de que, en materia social, el acuerdo es siempre preferible a la lucha y de que, en ese acuerdo, el estado debía ser el árbitro. Ahora bien, Batlle tenía una particular concepción de ese arbitraje. Consideraba que, dado que las clases en conflicto no tenían las mismas fuerzas ni las mismas armas, el Estado debía ser un árbitro favorable a los “oprimidos del taller y del hogar”. Finalmente sostenía que el Estado tenía que promover reformas que evitaran conflictos y situaciones injustas.

La situación de la mujer, a la que Batlle incluía entre los “oprimidos del hogar”, fue objeto de varias iniciativas legislativas. Entre ellas, las que más revuelo provocó en la sociedad fue la LEY DE DIVORCIO (1913). Hubo también por parte del Batllismo, una preocupación por darle a la mujer otro perfil dentro de la sociedad. La creación de un liceo femenino (1912) se inscribió en un marco mucho más amplio de difusión de la educación, que incluyó la puesta en marcha de muchas Facultades y la creación de los liceos departamentales entre otras.
Mencionemos la preocupación que representaban para Batlle los ancianos, sobre todo los de escasos recursos. En un intento de paliar situaciones que consideraba de extrema injusticia social, se aprobó una ley de PENSIONES A LA VEJEZ, que se hacía extensiva a los casos de invalidez total si se trataba de indigentes.
Las iniciativas batllistas en materia de legislación laboral representaron también un punto de enfrentamiento con los sectores empresariales y conservadores de la sociedad. Las duras condiciones de trabajo de la época, habían creado el ambiente propicio para la formación de “sociedades de resistencia”, como se llamaban por entonces los sindicatos. La dureza de los enfrentamientos entre obreros y patrones desembocó frecuentemente en la huelga. Durante su primera presidencia, Batlle manifestó una tolerancia –insólita para la época- con respecto a los obreros en huelga. Cuando ocupó por segunda vez la presidencia, existía cierta expectativa en los obreros que guardaban un buen recuerdo de su actitud anterior.
En mayo de 1911, se desarrolló un conflicto entre las empresas tranviarias y sus obreros, que reclamaban la jornada laboral de 8 horas. Durante los 10 días que duró el conflicto, el gobierno asumió una actitud que fue entendida pro-obrerista. Un mes después de terminada la huelga tranviaria, el Poder Ejecutivo volvía a presentar un proyecto de ley que implantaba las OCHO HORAS DE TRABAJO.

 

La reforma constitucional


Durante la segunda presidencia de Batlle todavía estaba vigente la constitución de 1830. en los hechos, esa constitución no se adaptó exactamente a las necesidades y a la situación de nuestro país.
Después de la muerte de Saravia, los blancos canalizaron sus tradicionales reclamos de coparticipación y garantías electorales en el sentido de una reforma constitucional. Al sumarse la iniciativa batllista, se logró el ambiente propicio para encaminarse hacia la tan ansiada reforma.
En 1913, Batlle comenzó a publicar sus ideas acerca de la reforma constitucional, que significaban una modificación mucho más profunda a la estructura política: separaba la Iglesia del Estado, creaba estructuras legales para administrar las empresas del Estado, y sustituía al presidente de la República por un Poder Ejecutivo COLEGIADO compuesto por 9 miembros.
El proyecto batllista no fue bien visto. Las innovaciones causaban rechazo, y no aparecían algunas (como el voto secreto) de las largamente anheladas por los blancos. Para ellos, el proyecto era un mecanismo para perpetuar al Partido Colorado en el poder. Para muchos colorados, en cambio, el proyecto dejaba la puerta abierta a los blancos para llegar al Poder Ejecutivo.
La presentación del proyecto desató una tormenta política y provocó la oposición del Partido Nacional y de un importante sector del Partido Colorado, que se declararon ANTICOLEGIALISTAS. De ahí en más, la lucha política se centró entre colegialistas y anticolegialistas.
Los argumentos anticolegialistas eran los siguientes: el colegiado sería un órgano que funcionaría muy lentamente y se demoraría mucho en resolver aquellos asuntos que requerían decisiones rápidas. Sería además un organismo muy caro para el Estado, no sólo por sus 9 miembros, sino también por todas las secretarías que habrían de crearse para cada uno de ellos.
Para 1916 –Batlle ya no era presidente- la coyuntura había variado sustancialmente. La caída de las exportaciones de 1913-14, provocada por el comienzo de la Primera Guerra Mundial, desfinanció al Estado. La aprobación de la ley de 8hs., el descanso semanal, las pensiones a la vejez, la gratuidad de la enseñanza secundaria, el reconocimiento del 1º de mayo como Día de los Trabajadores, profundizaban la acción social de estado, pero como se combinaron con el aumento de los impuestos rurales y al consumo, no despertaron la adhesión esperada, sino más bien cierta apatía en las clases populares y una violenta reacción de la clase alta rural. De esta manera, todos los que se oponían a Batlle encontraron, en el tema de la reforma constitucional, la forma de canalizar sus discrepancias con el batllismo.
La elección de la Convención Constituyente (encargada de redactar la nueva constitución) se transformó en una especie de evaluación de la obra de Batlle. La elección se realizó el 30 de julio de 1916 y fue la 1ª con voto secreto. Como resultado, volvió a triunfar el Partido Colorado, pero en el plebiscito por el colegiado los anticolegialistas obtuvieron la mayoría. Los blancos votaron en bloque contra el proyecto al igual que la Unión Cívica y un sector importante de Partido Colorado. Los batllistas sólo contaron con el apoyo del Partido Socialista.
Recién en 1917 se completó la elaboración de un proyecto constitucional satisfactorio tanto para los batllistas como para los blancos. La nueva propuesta constitucional terminó siendo el resultado de una negociación directa entre ambos sectores. La nueva constitución se aprobó en 1918 y entró en vigencia en 1919.


[1] Tomado de “Pensar la Historia 3” y “CBU”

lunes, 21 de mayo de 2012

Problemas del Uruguay en el siglo XIX


Cuando el Uruguay nace a su vida como país independiente se encuentra con problemas de larga data, que debe ir solucionando; entre ellos:


    1.  Poca población: el Uruguay contaba con muy poca población; a penas unos 140.000 habitantes (según el censo de 1840), de los cuales 40.000 se encontraban en Montevideo. Significaba escasez de mano de obra y dificultades para la industria y el comercio.

    2.  Malas comunicaciones:



    3.  Monoproducción ganadera: el país se especializaba, desde la Colonia, en la cría de ganado de forma extensiva, lo que hizo que predominaran los latifundios, "desarrollando una explotación donde había un vacuno por hectárea o hectárea y media y un hombre cada 3.000, 4.000 o 5.000 vacunos".

    4.  Desorden en la propiedad de tierras y ganados: las guerras revolucionarias habían acentuado el desorden en la campaña. Ausencia de títulos de propiedad, límites imprecisos entre las estancias, propietarios españoles emigrados que reclamaban sus tierras, donatarios artiguistas con miedo de perder sus propiedades, falta y confusión en las marcas de ganado.
    5.  Debilidad financiera del Estado: el Estado no tenía posibilidad de recaudar dinero a través de los impuestos, dada la poca población y su escasa capacidad económica. Además, las tierras y los ganados no pagaban casi nada, por el poco control del Estado y porque los hacendados se negaban a pagar.  El único ingreso provenía del comercio exterior, recaudado en la Aduana.

   6.  Oposición campo-ciudad: existía un marcado dualismo: Montevideo-campaña. La ciudad europeizada frente a una campaña semi-bárbara, la ciudad comerciante frente al campo productor, eran rasgos generadores de un agudo antagonismo, que se tradujo en las largas luchas entre “caudillos” y “doctores”.
   La campaña estaba habitada por el gaucho, habituado a la libertad y con pocas necesidades para satisfacer (frecuentemente por el robo o el contrabando más que por el trabajo); la falta de una clase media de agricultores y pequeños estancieros; la soledad de los campos creada por los enormes latifundios; la facilidad de la obtención del alimento (ganado sin marca ni cerco); desorden provocado por décadas de guerra, el odio a la autoridad (española, porteña, portuguesa, brasileña) siempre represiva; todo ello contribuyó a crear un clima de hostilidad hacia la ciudad, de donde venían las órdenes, los reglamentos, las trabas a la libertad personal.

    7.  Caudillos y doctores: el gaucho se expresó por el caudillo, suma de pericia y coraje, al que se adhería por admiración varonil y espontánea. Él fue el centro de autoridad aceptada en el campo, tanto más cuanto se oponía a la que venía de la capital. Si caudillo y gobernante eran la misma persona (F. Rivera), el Estado se hacía obedecer; si no lo era, la vida política de la ciudad y de la campaña corrían por carriles separados y con frecuencia se enfrentaban.
    En la ciudad, la actividad comercial, que fue su esencia, marcó la vida económica, política y cultural. Abierta al mundo, las influencias ideológicas y la moda europea calaron hondo en una burguesía que se iba enriqueciendo y aprendiendo a manejar el Estado a través de sus hijos doctores. Miró a la campaña como sede de barbarie y al gaucho como residuo del indígena salvaje que debía desaparecer para que la “civilización”, que creía representar, se asentara definitivamente en el país.

    8.  El problema de la Nación: ningún gobernante uruguayo de estos años llegó a pensar en términos exclusivamente orientales; de allí la “internacionalización” de los partidos políticos y el hecho de que el partido precediera a la Nación. En 1836, en la batalla de Carpintería, hubo “colorados” y “blancos”, pero todavía no uruguayos.
    Larga empresa fue para el país consolidarse cono Nación, en la realidad política interna, en la convicción de sus gobernantes y en el sentimiento de sus habitantes y sólo cuando estuvo a punto de desaparecer como tal (como ocurrirá durante la Guerra Grande, 1839-1851), se tomó conciencia del peligro y se comenzó a transitar por la senda de la nacionalidad uruguaya.


Tomado de Nahum, B. - "Manual de Historia del Uruguay. 1830-1903", Ed. Banda Oriental.

martes, 24 de abril de 2012

El Imperialismo (1870-1914)

Concepto y motivaciones                                                                  



“Si un país se ve invadido por una potencia más fuerte y sus instituciones políticas son destruidas o reestructuradas, dicho país se encuentra bajo el dominio imperial, cualesquiera sean las circunstancias políticas del caso. (...) Análogamente, es posible que haya injerencias en la soberanía por medios diplomáticos, mediante tratados o mediante presiones económicas. Un país atrasado al que se le impida por ley desarrollar su industria sufre una pérdida de soberanía que no es menos real porque sea invisible para quien lo contempla. Lo que cuenta es la relación de dominio y sometimiento, que es la esencia de todo régimen imperial”.

G. Lichtein, “El imperialismo”


“El imperialismo es el esfuerzo de los grandes dueños de las industrias para facilitar el desagüe de su excedente de riquezas, buscando vender o colocar en el extranjero las mercancías o los capitales que el mercado interno no puede absorber.”

J. A. Hobson, “El imperialismo. Un estudio”


“Ayer estuve en el East-End londinense (barriada obrera) y asistí a una asamblea de los sin trabajo. Al oír en dicha reunión discursos exaltados cuya nota dominante era: pan, pan... y al reflexionar, cuando regresaba a casa, sobre lo que había oído, me convencí más que nunca de la importancia del imperialismo (...) Para salvar a los 40 millones de habitantes del Reino Unido de una guerra civil funesta, nosotros, los políticos coloniales, debemos dominar nuevos territorios para colocar en ellos el exceso de población, para encontrar nuevos mercados en los cuales colocar los productos de nuestras fábricas y de nuestras minas. El imperio es una cuestión de estómago. Si no queréis la guerra civil, debéis convertiros en imperialistas.”
Cecil Rodes (empresario inglés)


“¡A no dar cuartel! ¡A no tomar prisioneros! Llevad la guerra de tal modo que dentro de mil años ningún chino se atreva a mirar siquiera a los ojos a un alemán.”

Emperador Guillermo II de Alemania (Julio de 1900)


Justificaciones


“Es esta conciencia de la intrínseca superioridad del europeo la que nos ha permitido conquistar la India. Por educado e inteligente que pueda ser un nativo y por valiente que demuestre ser, creo que no se le debe otorgar ningún grado que pueda dar origen a que se considere el igual de un oficial británico.”

Lord Kitchener, comandante en jefe del ejército de la India


“No son capaces de ejercer el gobierno propio. ¿Cómo podrían serlo? No forman una raza capaz de gobernarse a sí misma. Son orientales, malayos, educados por los españoles durante la peor etapa de éstos. Este problema (...) es elemental. Es racial. Dios no ha venido preparando durante mil años a los pueblos de habla inglesa para una vana actitud de autocontemplación y autoadmiración. ¡No! Nos ha convertido en organizadores magistrales del mundo para imponer el sistema allí donde reina el caos. Nos inclinó al gobierno para que podamos gobernar a los pueblos salvajes y seniles. Si no fuera por esta fuerza el mundo caería en la barbarie y la oscuridad. Y en toda nuestra raza Él señaló al pueblo norteamericano como la nación elegida, para que dirija la regeneración del mundo.”

Senador Beveridge de EE.UU. discutiendo el destino de las Filipinas


         “Desde luego no llego al extremo de pensar que los únicos indios buenos son los indios muertos; pero sí creo que esto es cierto en nueve de cada diez, y en cuanto al décimo, mejor sería no investigar demasiado a fondo. El cowboy más depravado posee mejores cualidades morales que el indio medio.”

         “Siempre que se ha producido un movimiento de expansión ha sido porque la raza que lo ha llevado a cabo era una gran raza. Ha sido como una señal y una prueba de la grandeza de la nación expansionista. Y además debe tenerse en cuenta que, en todos y cada uno de los casos, eso supuso un beneficio incalculable para toda la humanidad. Cuando una nación poderosa teme la expansión y renuncia a ella, puede asegurarse que su grandeza y su poder se aproximan al ocaso. ¿Vamos a conformarnos con figurar entre los débiles y los cobardes cuando estamos todavía en nuestra primera y vigorosa juventud, en los albores de nuestra gloriosa virilidad? ¡No y mil veces no!”

Theodore Roosevelt, presidente de EE.UU.


VIDEO HECHO POR ALUMNOS CHILENOS
















sábado, 14 de abril de 2012

Segunda fase de la Revolución Industrial (1870-1914)

     La expresión “segunda revolución industrial” se utiliza para hacer referencia al conjunto de innovaciones técnico-industriales fundadas en el acero barato, la química, la electricidad, el petróleo, el motor a combustión interna, la nueva empresa moderna y nuevos tipos de gestión del trabajo y organización industrial, que emergen durante el último tercio del siglo XIX. 
     Se trata fundamentalmente de una “revolución tecnológica”.

La innovación tecnológica

     Estas innovaciones permitieron actualizar y relanzar la tecnología de la primera Revolución Industrial mediante una serie de perfeccionamientos en la tecnología del vapor y del hierro.
     La industria del hierro se convirtió en el sector que experimentó una de las más profundas transformaciones, basada en el desarrollo de la industria del acero (más resistente y duradero que el hierro forjado). La expansión de la industria siderúrgica tuvo un enorme impacto global en todo el sistema económico. Los raíles de acero para el ferrocarril duraban más y eran más seguros que los de hierro. El uso del laminado para la construcción naviera permitió construir barcos más grandes, ligeros y rápidos. El acero no tardó en remplazar al hierro en herramientas y máquinas.
     Durante este período, se desarrolló un nuevo núcleo tecnológico de punta en el que el papel protagónico lo desempeñaron el petróleo y el motor de combustión interna, la electricidad y la industria química.
     La paulatina difusión del motor a combustión interna y la fabricación de los primeros automóviles transformaron el petróleo en la principal fuente de energía.
     A partir de 1860, con la invención del dínamo y más tarde con la lámpara incandescente, el alternador y el transformador, la electricidad se transformó en una de las formas de energía más versátiles.
     La industria química fue otro de los más grandes núcleos tecnológicos de punta. Hacia mediados de siglo aparece con fuerza la industria de colorantes sintéticos. Desde ésta se desprendieron nuevos sectores como la industria farmacéutica, los explosivos, las fibras sintéticas, el caucho sintético, las telas artificiales y la industrialización de residuos minerales.

La empresa moderna

     La segunda mitad del siglo XIX fue la época del nacimiento de la empresa moderna, entendiendo como tal la gran empresa con una organización burocrática, administrada por gerentes asalariados, cuya forma jurídica más característica es la sociedad anónima.
     Este tipo de empresa se diferencia de la típica y tradicional por sus actividades y tamaño. En la siderurgia, en la industria química, en la explotación del petróleo y la petroquímica, los requerimientos de escala fueron altos y las dimensiones de las empresas necesariamente grandes. También contribuyó al desarrollo de la gran empresa, la ampliación de los mercados.
     La formación de grandes empresas barrió con las formas tradicionales de administración, centralizadas y personalizadas. El proceso de separación entre propiedad y gestión estuvo vinculado al incremento de los volúmenes de capital que las grandes empresas requerían. Debieron recurrir crecientemente al crédito bancario y al mercado de capitales mediante la emisión de acciones, lo cual tuvo como contrapartida el incremento del número de sociedades anónimas.

Nuevas formas de organización del trabajo

     También se produjeron grandes cambios en el proceso de trabajo, cuyas expresiones más sobresalientes fueron el taylorismo y el fordismo. Ambos se originaron en Estados Unidos entre fines del siglo XIX y principios del XX y tienen en común la propuesta de una organización más racional del trabajo, con el fin de incrementar su productividad.
     Con el nacimiento del sistema de fábrica, el obrero fue dejando de manejar y dominar los instrumentos de trabajo, pasando a ser controlado por el ritmo de la máquina.
     


Frederick Taylor
     Entre 1880 y 1890, Frederick Taylor logró reducir los tiempos muertos mediante la racionalización del trabajo y el cronometraje de las tareas. 
     Taylor proponía:  
a) el estudio de los tiempos y movimientos de las tareas para identificar los movimientos inútiles a fin de eliminarlos; 
b) la instalación en los talleres y oficinas de una división social y técnica del trabajo (separación entre concepción y realización del trabajo);  
c) la asignación por anticipado, de un número de tareas específicas a cada uno de los trabajadores para que éstos la realicen de manera regular y permanente, respetando un tiempo prescripto; 
d) la necesidad de individualizar el trabajo, oponiéndolo al trabajo grupal o en equipo (especialización);  
e) un sistema de remuneraciones estructurado en función del rendimiento personal;  
f) el control y la estrecha supervisión de cada trabajador por parte de los capataces, lo que reduce su margen de autonomía.



Cadena de montaje (imagen de la película "Tiempos modernos"
     Desde las primeras décadas del siglo XX, se implantó otra forma específica de organización, el fordismo, que consiste fundamentalmente en la fabricación en serie de mercancías estandarizadas. Se apoya en una cadena de montaje sobre la cinta transportadora que implica un flujo constante de producción, el permanente movimiento de las piezas y subconjuntos, evitando el desplazamiento de los trabajadores.




Henry Ford
     Henry Ford, en su intento por transformar el automóvil en un bien de consumo masivo, implementó por primera vez el nuevo proceso de producción en su fábrica de Detroit para la fabricación de los clásicos Ford T.
     Las principales características son:  
a) la utilización de plantillas, moldes y matrices de fundición que dan como resultado piezas idénticas;  
b) la cadencia del trabajo está regulada mecánicamente, de manera externa al obrero, por la velocidad dada a la cinta que pasa delante de cada operario, quien tiene un lugar fijo y tareas preestablecidas en la línea de montaje.



Ford T

     Las nuevas exigencias de la producción masiva requerían una modificación de las pautas de consumo y de las normas de vida de los trabajadores que pasaron a ser considerados como verdaderos consumidores. Es Ford quien inaugura en 1915, un acuerdo general sobre los salarios de sus obreros, que fue la puesta en marcha del “five dollars a day”, duplicando los jornales promedio. Se abría así el camino a la sociedad de consumo. 





Barbero, Mª Inés; “El mundo contemporáneo: historia y problemas”, págs. 92-99.








































Las corrientes ideológicas del siglo XIX

      La Revolución Industrial significó un amplio progreso de la economía europea porque permitió el desarrollo del maquinismo, de la producción manufacturera y del número de bienes puestos a disposición de la población. Pero también trajo consigo problemas sociales porque agudizó las diferencias de riqueza entre las clases sociales, puso de relieve las malas condiciones de vida y de trabajo del proletariado y provocó encendidos enjuiciamientos de todo el sistema capitalista que engendraba estos males. Su consecuencia social más importante fue que generó una nueva clase social: el proletariado. Su único bien era su fuerza de trabajo que vendían por un salario; como este era muy bajo, apenas si podían alimentarse o alimentar a su familia, malviviendo en pequeñas habitaciones sin luz ni aire; como las jornadas de trabajo eran muy largas, no les quedaba tiempo para instruirse y así tomar conciencia de su situación.


EL ANARQUISMO

Proudhon

     El anarquismo es una corriente filosófica que, aunque de orígenes muy antiguos, floreció en el siglo XIX y se manifestó también como una doctrina político-social. Anarquía quiere decir “sin poder”, “sin autoridad” y, por extensión, sin Estado. Es un movimiento que se opone completamente a toda forma de autoridad y reivindica la máxima libertad posible para el hombre. También se conoce a los anarquistas como libertarios. Los anarquistas están en contra de:
  • El Estado: los anarquistas entienden que el poder corrompe. Cualquiera sea el individuo o la clase social que asuma el poder y lo ejerza, se corromperá porque la autoridad supone la supremacía de unos hombres sobre otros. Como ese poder le posibilita imponer su voluntad, de hecho siempre hará uso de la prepotencia y el abuso.
  • La propiedad privada: son partidarios de la socialización de los medios de producción. Creen que la socialización de la propiedad traerá la prosperidad de todos.
  • Votos irrevocables: partidarios de la libertad individual, son contrarios a todos los votos irrevocables como el matrimonio (en la época no existía el divorcio). Todo compromiso que atara al hombre de por vida, impidiéndole manifestar libremente su voluntad, era rechazado como contrario a la naturaleza humana.
 Proponen:
  • La libertad humana: para ellos el hombre no es tal si no es libre; la libertad es la condición de su humanidad.
  • La revolución social: son partidarios de la revolución social que se daría de forma espontánea, naciendo naturalmente de las masas de la población, para destruir el Estado y la propiedad privada.

     Una de las formas de manifestación del anarquismo fue a través de “la propaganda por los hechos”. Esta fue una corriente terrorista que floreció a fines del siglo XIX. Consistía en realizar atentados políticos contra los principales personajes de un régimen para “despertar” al pueblo y crear un clima revolucionario que le permitiera a éste barrer con la sociedad burguesa.



LAS CORRIENTES SOCIALISTAS

            Todos los males que padecía la clase trabajadora llevó a que algunos sectores de las clases altas elevaran sus voces reclamando soluciones. De la burguesía y aún de la nobleza surgieron los primeros teóricos sociales y reformadores que criticaron ásperamente el sistema económico vigente y propusieron nuevas formas de organización social y económica. Se los llamó con el nombre genérico de SOCIALISTAS. 

  • El Marxismo
Karl Marx y Frederich Engels
      Es una de las corrientes socialistas más importantes por la incidencia que tuvo en su tiempo y por su influencia en las transformaciones del siglo XX. Sus creadores fueron Carlos Marx y Federico Engels.
      Marx estaba angustiado con la suerte de la clase obrera de su época; quiso estudiar las causas que producían su miseria, y para ello se internó en el estudio de la sociedad y de la economía que la engendraban. Llegó a la conclusión que la miseria del hombre no se solucionaba obteniendo mejoras en las condiciones de trabajo y en el salario, sino transformando la sociedad. Es decir, eliminando las condiciones económico-sociales que producían tales consecuencias y creando una nueva sociedad y una nueva economía donde “el hombre no fuera explotado por el hombre”.
      Marx sostiene que todas las sociedades se han dividido en grupos diferentes que luchan por la supremacía: “la historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, en una palabra: opresores y oprimidos, se enfrentaron siempre (...) Nuestra época se distingue por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose en dos campos enemigos, en dos grandes clases que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado (...)”.
     La sociedad capitalista engendra a su propio enemigo (el proletariado); del enfrentamiento entre ambos surgirá la sociedad socialista. Marx cree que este desenlace será ineludible por las propias contradicciones de la sociedad capitalista. Esas contradicciones son que la producción es social (el grupo de obreros que trabajan en la fábrica) mientras la propiedad de los medios de producción (máquinas) y los beneficios que se obtiene de ella es individual (del dueño de la fábrica).

Algunos conceptos importantes:

  • Plusvalía: significa “mayor valor” y es tal vez, la idea más importante de Marx. Es la cantidad de trabajo no pagado al obrero que queda en beneficio del patrono. Según Marx, el obrero siempre produce un valor mayor al correspondiente a su salario. A ese “valor mayor” que produce pero no cobra y que queda en beneficio del patrón, a esa diferencia que hay entre el valor de los objetos que el obrero produjo y el valor del salario que recibió, Marx lo denomina plusvalía.

  • Concentración de capitales: cuanto más obreros tenga un patrón más plusvalía generará y más se enriquecerá. Cuanto más rica una empresa, mayor competencia podrá hacer a las más débiles, conduciéndolas a la ruina. Los pequeños comercios cerrarán y los pequeños propietarios se convertirán en obreros para vivir. Así la sociedad terminará polarizándose entre una minoría de muy ricos, dueños de todas las empresas y fábricas y una inmensa mayoría de muy pobres o proletarios.

  • Revolución social y dictadura del proletariado: esta lucha de clases llevará a la revolución social, o sea, al proletariado a tomar el Estado por la fuerza y establecer desde esa posición su dictadura. Haciéndose dueño del Estado, el proletariado utilizará su fuerza para expropiar a la burguesía y eliminarla como clase. Socializará entonces todos los medios de producción (tierras, máquinas, fábricas) y los convertirá en propiedad de toda la sociedad. Finalmente impondrá todas las condiciones para el establecimiento de una sociedad socialista. Esta nueva sociedad, no tendrá clases sociales, no habrá Estado (los hombres se auto-administrarán) y la humanidad se organizará en comunidades de producción y de consumo, donde todos trabajarán y todos consumirán el producto de ese trabajo.

Para ver un mapa conceptual del tema, pulsa aquí


LIBERALISMO ECONÓMICO    
Adam Smith

El liberalismo económico reconoce sus antecedentes principales en la obra del economista escocés Adam Smith y de la escuela fisiocrática francesa, ambas del siglo XVIII. La fisiocracia sostenía que el fenómeno económico era un fenómeno “natural” y por lo tanto las leyes “naturales” de la economía debían desenvolverse libremente, sin la mínima intervención del Estado. Acuñó la famosa frase “laissez faire, laissez passer”, que resumía su posición favorable a la más amplia iniciativa individual en el campo económico, sin trabas impositivas o legales que estorbaran la actividad en ese terreno.
Coincidiendo con esas premisas y ampliándolas, Adam Smith postulaba la libre iniciativa individual impulsada por el afán de lucro, la libre competencia, que regularía la producción y los precios, y el libre juego del mercado, que se desarrollaría plenamente siempre que se respetaran esas leyes económicas naturales.
Los economistas liberales sostenían que una sociedad económica estaba integrada por productores individuales que aportaban sus productos y los intercambiaban con otros productores, compraban lo más barato posible y vendían al mejor precio que pudieran obtener. Era la teoría del intercambio de bienes en un mercado libremente competitivo en donde los precios se fijaban por la propia situación del mercado, sin ninguna intervención exterior. Cuando había demanda de un artículo, y por lo tanto, los precios eran altos, la producción aumentaba porque, guiados por su afán de lucro, los productores aprovechaban ese momento de auge. Esto llevaba a un exceso de producción, o sea de oferta, lo que hacía descender el precio del artículo ante su abundancia; los productores, entonces, disminuían su fabricación hasta que su relativa escasez obligaba a los consumidores a pagar más para conseguirlo. Nuevo aumento de precios, y nuevo incremento de la producción. Esas serían las “leyes naturales” de un mecanismo perfecto que avanzaba, se frenaba y regulaba solo, automáticamente, “naturalmente”. Si el Estado interviniera, alteraría esa armonía y destruiría el flujo natural de las leyes económicas. Por ello el estado debía limitarse a mantener el orden interno y la seguridad exterior, creando así las condiciones para un correcto desarrollo de las fuerzas económicas en plena libertad. Es el concepto típico del liberalismo económico del Estado como “juez y gendarme”: mantener las leyes internas, castigar a quien las viole, proteger las fronteras, pero no intervenir en absoluto en la vida privada de los ciudadanos, uno de cuyos aspectos es la actividad económica.

En el curso del siglo XIX estos conceptos se fueron precisando y ampliando hasta conformar totalmente la doctrina del liberalismo económico basada en estos principios:

  • Ley natural: la economía está reglada por leyes naturales, y en la medida en que esa economía se desarrolle libremente, sin trabas, será sana, natural, creadora de riquezas para todos los ciudadanos.
  • “Laissez faire, laissez passer”: propugnan la abolición de impuestos, reglamentaciones, monopolios y todo otro obstáculo jurídico o fiscal que entorpezca aquel libre desarrollo.
  • No intervencionismo: son enemigos de la intervención del Estado en la economía, asignándole solamente el papel de guardián del orden.
  • Libre empresa: son partidarios de la más completa libertad individual en el campo económico, creyendo que cada productor es el que mejor sabe cuánto le conviene producir y a qué precio le conviene vender. Su afán de lucro, su deseo de ganar en los negocios, lo llevarían a la prosperidad y junto con él se enriquecería toda la sociedad, porque el progreso colectivo está hecho de los progresos individuales.
  • Librecambio: aplicando estas ideas al comercio exterior, reclaman la abolición de las aduanas y la entrada y salida libre de trabas de todas las mercaderías.
  • Libre contrato: tanto el patrón como el obrero debían ponerse de acuerdo libremente sobre el contrato de trabajo y el salario. Partiendo del concepto de que todos los hombres son iguales, los liberales consideraban que nadie más que esas dos personas debía intervenir en la transacción, y menos que nadie el Estado.

Tomado de: Benjamín Nahum, “El pensamiento político y social del siglo XIX”; Ed. Kapelusz, 1972. Colección “Cuadernos de estudio nº 26”.